Las dos caras del recuerdo

maletín y cámara antigua

Recuerdos dulces, recuerdos amargos, recuerdos inolvidables, recuerdos que pasamos toda nuestra vida intentando olvidar, recuerdos que desearíamos poder volver revivir una y otra vez, recuerdos de momentos felices, recuerdos de momentos tristes, recuerdos que te calan tan hondo como nunca antes lo habían hecho... Nuestras vidas se construyen sobre la base de miles y miles de recuerdos que forman nuestra personalidad.

Existen lugares que inevitablemente te conducen a un momento ya vivido. Miras atrás y ves todo el camino que has recorrido desde que estuviste allí. ¿Cuándo cambiaron tanto las cosas? ¿Cuándo dejaste de ser aquel niño pequeño que se divertía simplemente corriendo por las calles? ¿Cómo dejaste de creer que cualquier cosa era posible? ¿Cuándo los miedos te superaron y no encontraste la fuerza para continuar? ¿Cuándo luchaste a pesar de todo y todos? ¿Cuándo te diste cuenta que era mejor dejar algo en el recuerdo y no alargarlo durante más tiempo? ¿Cuándo te arrepentiste de haberlo hecho? 

El pasado de cada persona es como cientos de aristas de cristal que guardamos con celosía en algún lugar recóndito de nuestros pensamientos y que, si tenemos la suerte o la desgracia de encontrarnos con ellos pueden ser un arma de doble filo. Puedes acompañarte de ellos durante un tiempo y seguramente sean esos instantes lo que te hagan valorar el poder y el valor del presente que vivimos, pues nuestra vida se cimienta en el pasado donde construimos el presente y aspiramos a terminar en un futuro ese castillo de naipes que es nuestra vida. Mas si jugamos demasiado el cristal se acaba clavando en nuestros recuerdos, en nuestra mente y en nuestra vida. Tenemos la libertad de hacer con nuestros recuerdos lo que el pasado nos dé permiso, un permiso del cual seguramente nos excederemos en un réquiem de sentimientos y locuras que acudirán, y no siempre de manera positiva, mientras que hay que los debes mantener para acordarte de donde vienes y saber que la vida es tan efímera que si no te presentas ante ellos para que te juzguen tu esencia se pierde en una suave noche de invierno. 

Miles de recuerdos y miles de categorías para canalizarlos en un ser humano que, en su fiel debilidad, acude a ellos y no los deja escapar aunque nos cueste más de lo que queremos, porque los recuerdos acaban siendo una pequeña bolsita de aristas de cristal, puedes observarlas de lejos y te parecerán preciosos al contraluz y la perspectiva del tiempo, mas si juegas demasiado con ellos se clavarán demasiado y no te podrás librar de ellos salvo a un precio que, puede, no estés dispuesto a pagar.

Los olores, sensaciones y emociones te vuelven a llevar en contra de tu voluntad a ellos. No puedes huir. Si tu inconsciente desea regresar a ellos hay poco con lo que poder evitarlo. Si hay algo de lo que no podemos desprendernos por mucho que lo intentemos son de los recuerdos que involuntariamente hemos ido construyendo a lo largo de nuestra vida. 

Todo es diferente. Nada es lo mismo que fue entonces, ni siquiera tú. Son muchas las vueltas que se pueden dar e impensable el lugar en el que podemos acabar. Todo lo que afirmabas nunca probar se convierte en tu mejor rutina. Solo te queda aceptar el pasado, dejar que las cenizas en las que se convierte sigan siendo guiadas detro de tu mente en la dirección que tus pensamientos decidan tomar. Convertir todos esos recuerdos en la base de todos los que tu vida te tiene aún reservados. Tú y solo tú debes ser quien coja ahora el timón y elija su nueva dirección.

* Esta es la primera entrada que publico en el blog de la que no soy únicamente e integramente yo la autora. Esta la he escrito junto Jesús
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