El mismo resultado


Un pájaro repetía cada día un ritual: movía sus alas, las agitaba en el aire, practicaba cada uno de los movimientos de sus alas, se preparaba, en definitiva, para dar el salto a su libertad. Estaba seguro de que tenía un manejo de ellas perfecto, que sería capaz de volar más lejos y más alto de lo que ninguno de los otros pájaros de los que había oído hablar había logrado. Cada día, se repetía en el pequeño espejo de su habitación: "Hoy saldré a comerme el mundo. Hoy me toca a mi". Al llegar a la puerta de su jaula, siempre abierta, el mismo terror que le había impulsado hacia ella le impulsaba casi sin darse cuenta de vuelta a su comodidad, hasta que ya era demasiado tarde. Cada el mismo ritual, cada día la misma mentira. Veía como todos a su alrededor cambiaban y evolucionaban, como hacían magníficos giros en el aire cada vez mejores y mientras él se jactaba de que los plumajes de los otros no eran tan lindos como los suyos. Todo lo veía  desde su falsa apariencia de comodidad. Él sabía que tenía que atreverse y dar el salto pero siempre había alguna circunstancia por la que acaba decidiendo que mejor probar otro día. Cuando no hacía demasiado viento, hacía demasiado calor, cuando no demasiado frío, cuando todo estaba en calma era que se aproximaba una tormenta. Y así, sin darse cuenta, los días iban pasando, también las semanas, los meses y, en consecuencia, los años. Cada uno de los días con las misma promesa hecha en el espejo, cada día incumplida otra vez. Cada vez se sentía más y más atrapado en su jaula. Se le iba haciendo más estrecha con el paso del tiempo. Crecía sin darse cuenta de que lo estaba haciendo. Tenía mil explicaciones de porque seguía en el mismo lugar, todas ellas debidas a factores externos, creía que tal vez cambiando la orientación de su jaula podría hacerlo. Así siguió probando sin realmente probar. Incluso cuando un día se despertó y vio que su jaula había cambiado de sitio fue incapaz de realizar el salto para el que tan preparado se creía. Así siguió viviendo día tras día. Nunca se dio cuenta que la jaula ni siquiera existía. Era producto de su imaginación. Él mismo se había encerrado en ella hacía mucho tiempo y no fue capaz de salir. No vio que la fuerza que necesitaba estaba en su interior. Solo tenía que creerse realmente las palabras que le decía al espejo. No eran las circunstancias las que tenían que cambiar, era él. Practicó los movimientos de sus alas cada día pero nunca levantó los pies del suelo. 
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