Mientras llueve

La lluvia caía en rápido descenso por las lunas del coche sin apenas dejar ver los coches que tenía delante. Todo era confuso y el precioso paisaje que todos los días la acompañada hoy era sustituido por una masa gris a la que no se veía ni inicio ni final. 

Era curioso como la lluvia contradecía sus sentimientos. Quizá ella también debería llorar, dejar salir todas esas emociones que llevaba tiempo guardando y escondiendo detrás de una falsa sonrisa y un “estoy bien”. Sin embargo, sin saber por qué se sentía llena. Pensaba que llegar hasta ese momento había sido muy duro. “Otros se habrían rendido a la mitad de dificultad y tú haz luchado y perdido muchas veces, pero también ganado en las batallas importantes”, se repetía. 

Era cierto, pocos habrían sido capaces de soportar los insultos que ella había tenido que escuchar cada día, pocos habían sentido como nada parecía tener sentido y a pesar de ello se seguía levantando cada mañana. Tenía demasiadas presiones y no podría satisfacer todas. Había pensado muchas veces en el suicidio, sí, ¿qué sentido tenía seguir viviendo? No vivía por ella, ni dejaba de matarse por ella. Quería creer que aunque aún no lo encontrase su vida tenía algún significado. Por eso estaba luchando. Sin darse cuenta iba más rápido de lo que debía y más rápido de lo que la cada vez más intensa lluvia requería. No quería pensar. No quería recordar todos los malos momentos. Tenía que llegar cuanto antes a su destino. Los días en los que el dolor ocupaba todos sus pensamientos no estaban lejos. 

Aún lloraba hasta quedarse dormida. Aún las horas que pasaba sola pesaban como miles de cuchillos, cada una se le clavaba profundo hasta el punto de no dejarla respirar ni pensar con claridad. Los recuerdos seguían ahí, tan vivos, tan reales, tan cercanos a pesar de los años. ¿Por qué vuelvo a pensar en esto? Hoy era su día, hoy tendría lo que tanto deseaba. Hoy conseguiría su venganza y con ella escondería su dolor a un pequeño rincón del que no volverlo a sacar. Mucho tiempo lo había pensado, desechado y vuelto a pensar, hasta llegar a la conclusión de que no había más opciones: para que dejarán de hacer daño tenían que dejar de existir. No era tan complicado, ¿o sí?  
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