La historia se repite

lugares abandonados


Antes éramos nosotros los que teníamos que huir, que dejar atrás a nuestra familia, nuestro hogar y a cuantos se quiere en busca de algo tan simple como vivir. Lo hicimos durante la guerra Civil española y tras ella todos los republicanos como única forma de sobrevivir, lo hicimos en Canarias hacia Venezuela como único método de poder alimentar a nuestros hijos, lo hacen los jóvenes ahora en busca de un puesto de trabajo en España negado.

Tenemos una alta experiencia de movilidad, pero solo nos acordamos cuando somos nosotros lo que necesitamos salir y buscar ayuda. Los que vienen aquí son mal mirados, "solo vienen a quitarnos el trabajo" decimos ahora que estamos en crisis hacia aquellos puestos que antes despreciábamos y hacia los que sentíamos asco.

La crisis de la inmigración a Europa la miramos con indiferencia. ¡Qué afortunados somos a pesar de todo! Más cerca, en Melilla lo solucionamos con una simple valla. No hace tanto que éramos nómadas de lugar en lugar, quedándonos por tiempo limitado en aquello que podían cubrir nuestras necesidades. Hasta que a alguien se le ocurrió decir que la tierra le pertenecía y en ella solo entraba quien él lo permitiese.

Así creamos las fronteras pero con uno de los peores errores de todos cuantos hemos cometidos, olvidándonos de nuestros orígenes. Ahora importa lo que sucede a nuestro lado, más allá de nuestro vecino es demasiado lejos como para dedicarle tiempo de nuestra imparable rutina. Guerras son testigo de la importancia de someter la tierra que nadie nos entregó.

Guerras, con la inevitable consecuencia del exilio y nuestra consiguiente memoria selectiva. Quien huye de su casa, quien ha visto a jugar a sus hijos entre bombas no busca apropiarse de nada, solo la oportunidad de sobrevivir.
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