Indiferencia nos visita de nuevo

cárcel nelson mandela
Prisión de Isla Robben en la que estuvo encerrado Nelson Mandela

Nuestra sociedad sufre una terrible enfermedad que cada vez da síntomas más notables y desalentadores. La indiferencia como tiene de costumbre pasa a nuestro lado sigilosa para no hacerse notar. Se sienta en nuestras rodillas, se pone en pie y no nos damos cuenta de cuanto nos impide ver. Con sus largos brazos tapa nuestros ojos y únicamente nos deja dos pequeños huecos de luz desde donde "mirar" a nuestro alrededor. Ríe con razón sabiendo todo lo que gracias a ella dejas de prestar atención. Dirige tu mirada a su placer, pero indiferencia no actúa sola. Ha encontrado en los medios de comunicación a grandes amigos a los que no solo quita vista, sino que, gracias a ella, ya no informan de lo que realmente es importante.

Nos mantenemos en el sillón y ella sobre nosotros lo tiene demasiado fácil. La oposición al vendaje que nos somete es mínimo. Sería tan fácil acabar con ella... Solo con levantarnos ya no llegaría a nuestra cabeza. Solo con buscar nuevos ángulos descubriríamos cuanto nos perdemos. Solo con negarnos a su seductora melodía y taparnos los oídos podríamos escuchar lo realmente importante. Solo con dedicar nuestras palabras a lo necesario podríamos acabar con ella. Pues, ¿para qué sirve escribir si no es para darle voz a los que no la tienen?

La indiferencia tiene en África a sus principales victimas. Aquellos que sufren terribles circunstancias ajenas a ellos y no les queda más remedio que abandonar su casa. Mueren 100 personas en un avión y todos los medios del país se hacen eco de la noticia y le dedican importantes partes de sus ediciones. No hay quien no hable de ello. Mueren 700 inmigrantes al naufragar en su busca de una nueva oportunidad que en sus países de origen son incapaces de conseguir, y se menciona de pasada como algo que ocurre día a día y no como la doble tragedia que en realidad es. Doble tragedia porque son ciudadanos de segunda clase cuyas vidas parece que valen menos que las de los europeos fallecidos y por la gran tragedia que ya es por sí misma. Ninguna catástrofe es mayor que otra pero a veces algunas son tratadas menos de lo que merecen.

¿Cómo creer en un país que dedica más tiempo a informaciones deportivas o intranscendentales que a ahondar en las causas y buscar soluciones para los inmigrantes? ¿Necesitamos más pruebas para saber la gran cuota de indiferencia que hemos alcanzado hacia lo que no nos interesa? A veces es más fácil mirar para otro lado, tristemente, ya nos hemos acostumbrado a eso. Mientras indiferencia tenga en muestra sociedad sus compañeros de baile perfectos hay problemas que seguirán olvidados y su solución será imposible.
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