De un libro, una reflexión: "1984" George Orwell



“La confesión no es una traición. Lo que digas o hagas carece de importancia: lo único que importa son los sentimientos. Si lograran que dejara de quererte... eso sería una auténtica traición. […] Pueden obligarte a decir cualquier cosa, lo que sea, pero no obligarte a que lo creas. No se pueden meter en tu cabeza. […] Si seguimos sintiendo que vale la pena ser humanos, incluso aunque no sirva de nada, les habremos derrotado.” 1984 – George Orwell



Somos personas independientes y como tales tenemos nuestras propias opiniones y sentimientos. Debería ser así. Tiene que ser un derecho el poder elegir libremente cómo queremos vivir, al lado de quién y nuestras razones para ello. Deberíamos ser libres para elegir lo que deseamos y anhelamos, lo que amamos y odiamos, qué conservar y qué desechar.

Pero no siempre es así. La sociedad nos enseña aquello en lo que debemos creer, nos impone unas leyes que debemos cumplir e incluso el razonamiento que es bueno y el que es malo. En un mundo en el que todo está tan controlado (aunque el control se disfrace de libertad) los diferentes son tachados de raros. No hace tanto tiempo que a los homosexuales se les trataba con electroshock. No es noticia ya que un “genio” invente una nueva cura para devolverles la moral.

En cómo actuemos ante las presiones para alinearnos radica lo que conseguiremos. ¿Cuántos locos a lo largo de la historia han cambiado (aunque sea un pelín) el mundo? ¿Cuántos cuerdos lo han visto desde su casa sin participar ni apoyarles? No creo que hayamos acertado en definir a qué grupo pertenece cada uno. No es un demente el que mira a su alrededor, no le gusta lo que ve y a su manera crea una revolución. ¿Tan tremenda locura estoy diciendo? Parece que es más fácil dejar que otros conviertan las quimeras en realidades. Es más sencillo vivir en lo conocido, aunque lo que conocemos sea un horror.
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