De Un Libro Una Reflexión | "El juego del ángel" de Carlos Ruiz Zafón

«– No hace falta que se enfade. es que me falta inspiración. – La inspiración acude cuando se pegan los codos a la mesa, el culo a la silla y se empieza a sudar. Elige un tema, una idea y exprímete el cerebro hasta que te duela. Eso se llama inspiración.» El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón

Se suele pensar que el trabajo artístico surge de la inspiración. De la musa que acude a susurrarnos las ideas que debemos desarrollar. Es un acto divino que no depende de nosotros. Simplemente ocurre. Llega un momento en el que ella viene a ti y tú simplemente te tienes que dejar llevar.

Al contrario, como mi querido Zafón cuenta en uno de sus libros, la inspiración viene del trabajo duro. Si esperas que ella llegue a ti nunca avanzarás. Hay que hincar los codos y esforzarse. No te dejes engañar por la visión bohemia. La escritura, en mi caso, supone una gran satisfacción. También me produce preocupaciones, miedos e incertidumbres. Son muchas horas pegada al papel o la pantalla hasta lograr algo que me parezca decente. Una vez conseguido llegan las correcciones. El síndrome de la impostora no se queda fuera. Después de haber empezado muy joven a escribir todavía me cuesta reconocerme como escritora y, sin embargo, escribo.

Cuando conviertes tu afición en tu profesión (o lo intentas) tu propia exigencia es todavía mayor. Pero, a veces la “inspiración” ocurre. La escritura siempre ha sido mi tabla de salvación y hay momentos en los que necesito escribir y las palabras surgen solas. Es indescriptible lo que se siente cuando parece que el teclado toma vida propia y son tus dedos los que te guían.

Es producto del esfuerzo y de la práctica. Cuando sucede es porque, aunque sea de forma inconsciente, llevas mucho tiempo esforzándote. El trabajo de escritura no solo sucede cuando se da el acto en sí. Hay un proceso previo que pasa desapercibido en el resultado final. Igual que ocurre con la fotografía, el cine, la pintura, etc. las fases previas son muy importantes y definitorias. Somos nuestras propias musas.
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